Existe un mundo lleno de pequeñas grandes cosas.
Cosas tan minúsculas que son invisibles, pero tan magnas que
son capaces de contener un poder inconmensurable. Y este poder, como si de la
mayor arma de batalla jamás creada se tratase, puede ser usado para hacer el
bien o para hacer el mal.
Es un mundo lleno de pequeñas grandes cosas. Tan extraño y
salvaje que nadie se adentra hasta que se ve envuelto por él. Tan inexorable
que ni el más brillante es capaz de comprender, y sin embargo hasta el más humilde
posee el suyo.
Un mundo del que sería tan cierto decir que vive en nosotros
como decir que nosotros vivimos en él. Un mundo que realmente es nuestro,
personal e intransferible, pues no existen ni existirán herramientas capaces -pero
capaces de verdad- de permitirnos mostrarlo en su plenitud. Ni tan siquiera de
medir cuán profundo o vasto es.
Lo único que sabemos es que este mundo está lleno de
pequeñas grandes cosas, a las que hemos decidido llamar sentimientos. Son tan
minúsculos que no los podemos ver y, sin embargo, capaces de contener un poder
inconmensurable.
Y como si de la mayor arma de batalla jamás creada se
tratase, a veces pueden ser usados para hacer el bien y, otras, para hacer el
mal.
1 comentario:
Uao.. muy bueno.
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