5.4.23

Windows

Ya no abrimos las ventanas de par en par.

Porque hay ruido afuera, porque se escapa el aire, porque entran mosquitos, porque hace frío, por pereza. Ya nunca abrimos las ventanas.

La suave brisa primaveral anuncia la llegada del buen tiempo, de las flores, de las aves migratorias, de las noches cálidas, de los vivos colores. Mi yo de 12 años está sumergido en la oscuridad de su habitación, envuelto en una fina capa de condensación fruto del calor estival, con la ventana abierta a lo que da mientras lee un libro tirado en la cama. El ruido lejano del silencio permea por las paredes, el olor a jazmín se cuela también; una luna grande y redonda ilumina tenuemente la habitación en penumbra salvo por la luz que un flexo tan solitario como yo derrama sobre la almohada. En algún lugar recóndito un televisor resuena en baja frecuencia. Ya no existe el mundo fuera de allí - tan sólo aquello que entra y aquello que sale por la ventana. Toda realidad cabe en unas páginas emparedadas por el inicio y el fin. No hay deberes, ni preocupaciones, ni ansiedades. Solo el aquí y el ahora. Todo sentido está medido, y todo lo que sucede, conviene. Y, sin embargo, ahora ya nunca abrimos las ventanas.