29.12.06

Relief

Vamos con otro de creación própia. Éste dedicado a quienes en algún momento han sentido que se han desprendido de él cosas que nunca han vuelto:

[…] Y ya estando en el andén, la rodeó por la cintura y apoyó la cabeza contra su nuca.

Ni tan siquiera fundirse en aquel abrazo hizo ya que ambos fueran uno.

Pese a todo, y sin girarse, ella reposó su cálida mano sobre uno de los brazos que la envolvían, y dándose la vuelta rápidamente hizo de aquel abrazo algo recíproco.

Ahora ya el llanto y el alarido producido por la locomotora se confundían entre nubes de un negro y denso vapor.

Fue la sensación de acariciar su suave cabello la que más le supo a pérdida, y la que, abriendo sus brazos para despojarse de aquello que sabía que nunca había sido suyo, decidió que más echaría de menos.

Un último roce entre las yemas de sus dedos, al desentrañarse las entrelazadas manos, separó por completo a dos corazones muertos.

Dejar que se alejara no fue fácil, pero sabía que, pese a los nubarrones que acompañaban al día, detrás nunca dejaba de brillar el sol…

11.12.06

Lies

El siguiente relato va dedicado a un conocido.

[...] Y al alzar la mirada al frente, no pudo más que vislumbrar un largo pasillo repleto de puertas a lado y lado.
El chico, extrañado, empezó a caminar a paso inquieto, esperando que aquel extraño pasaje desembocara finalmente en algún lugar.

Tras horas de exhausto recorrido, el nervioso chico, y sintiendo el pálpito del corazón en la sien, se acercó a una de las puertas, y pudo leer un rótulo donde ponía "Valor" escrito en letras doradas.
El chico, y válgase la redundancia, siguió caminando a lo largo de aquel infinito pasillo, leyendo un rótulo tras otro: "Honestidad", "Pesimismo", "Generosidad", "Humildad"... hasta que un algo aún desconocido hizo que abriera la puerta cuyo rótulo titulaba "Mentira".

Con un chirrido, ésta se abrió dando lugar a una habitación pequeña, poco iluminada y decorada con montones de plantas. Sobre la moqueta roja que se extendía desde la puerta hasta el final de la habitación, descansaban algunos animales, inmóviles, acurrucados en la comodidad del terciopelo granate.
Al fondo, una vieja silla de madera, ocupada por una joven de larga melena rubia y ojos negros como el carbón, que, desde su entrada, hacía señas al chico para que se acercara.

El joven hizo caso a la doncella y se aproximó hasta los pies de la silla, percatándose en su camino de que las plantas y flores eran de triste plástico, y que los animales que allí reposaban no eran más que burdos muñecos de trapo.

- ¿Qué te ha hecho entrar aquí, chico? - Preguntó al llegar éste hasta donde ella estaba.
- No lo sé... simplemente algo me dijo que abriera esta puerta, una sensación innata, ambigua, algo que no puedo controlar y que sin embargo está ahí.

La joven se levantó de su "trono" esbozando una sonrisa, y pasando un brazo por los hombros del chico le susurró:

- Ven.

Cuando volvieron a salir al pasillo, éste ya tenía una pared que marcaba el final, y una única puerta en todo el pasadizo, que descansaba en dicha pared.

- ¿Por qué ahora el pasillo sólo conduce a una única salida?

Al acercarse un poco más a la puerta, el chico se percató que ésta llevaba un rótulo en el cual ponía "Soledad".

- Pronto lo descubrirás, hijo mío. Pronto lo descubrirás...