25.9.07

Dreamin'...

El silencio espectral inunda la estancia.

Me siento sobre el blando colchón que, discreto, me recibe con un leve chirrido metálico.

Retiro con suavidad las ropas sobre las que me he posado y, haciéndome un hueco, me arremolino entre las suaves sábanas hasta quedar tapado por completo a excepción de la cabeza, que reposa cómodamente sobre la almohada.

Entonces cierro los ojos; cierro los ojos y empiezo a verlo todo.

Poco a poco se dibujan frente a mí las siluetas del gentío, los trenes y las barandas de hierro oxidado.

Empiezo a escuchar in crescendo el rumor de la multitud, los inconfundibles soplidos de los frenos hidráulicos de los trenes, el traqueteo de maletas que van hacia arriba y abajo del andén.

El paisaje no acababa de tomar color, con lo que esta mezcla entre blanco y negro y algún que otro matiz apagado hacían que el día se apreciara grisáceo, y los rostros de la gente, borrosos por completo, lo volvían también extraño.

De repente miro a un lado y allí está la chica, sonriente, como si se alegrara de que me acabara de incorporar a algo por lo que había estado esperándome mucho tiempo.

Como si de la secuela de una extraña historia se tratase, empieza a contarme cosas que aunque no parecen tener demasiado sentido, me suenan del todo coherentes; y es normal, después de todo está allí porque así lo deseo.

Finalmente me mira sonriendo de nuevo, entrecerrando los ojos y con mirada tierna, y, abrazándose a mí, me besa en la mejilla, cariñosa, cálida, inocente, supurando ternura y afecto por cada uno de los poros de su piel.

Y entonces sonrío. Sonrío porque pienso que pese a todo, siempre quedará un lugar en el que poder ser feliz.